Así comenzó el recorrido… por la carretera hacia Pamplona. Íbamos a encontrarnos con nosotros mismos; no fue un camino fácil, hubo muchas complicaciones que, por lo menos a mí, casi hicieron que nos arrepintiéramos de haber ido.
Así comenzó el recorrido… por la carretera hacia Pamplona. Íbamos a encontrarnos con nosotros mismos; no fue un camino fácil, hubo muchas complicaciones que, por lo menos a mí, casi hicieron que nos arrepintiéramos de haber ido. Pero valió la pena, valió la pena cada gota de sudor, cada parada para enfriar el motor; todo porque al final sí logramos cumplir el objetivo principal: Iniciar siendo unos para regresar siendo otros.
«Después de todos los obstáculos que tuvimos para llegar a nuestro destino, los logramos superar y con cada día que pasaba hacíamos recuerdos muy especiales que siempre estarán en nuestros corazones», son palabras de Daniela ortega que son totalmente ciertas.
En aquellos retiros compartimos nuestras ideas, nuestros sentimientos. Nos compartimos a nosotros mismos y terminamos con una parte de cada uno de nuestros compañeros y ellos con una parte de nosotros. Lo compartido en cada momento de retiros se quedará siempre en nuestras memorias, como recuerdos de quiénes somos realmente y no como la sociedad quiere que seamos y nos obliga a ser.
Es una experiencia totalmente única que no se debe desaprovechar; no solo por el poder abrirse sin miedo a los demás, sino también por el tiempo que se puede pasar con los amigos. Por la experiencia de apartarse del mundo, de estar en un lugar diferente, con personas diferentes, comida diferente, clima diferente y la llegada de ideas diferentes. Que no solo pueden cambiar la forma de pensar, sino que también pueden cambiar la vida y dar un nuevo comienzo a cada cosa. Dar esperanza, y lo más importante de todo, alegría para seguir en el camino hacia el futuro.
David Ricardo Pérez Contreras, estudiante de 9B