El 19 de abril, a las 4:20 de la madrugada, se le detuvo ese corazón que era grande por su dulzura y capacidad de afecto; se nos marchó al «inmortal seguro» nuestro queridísimo P. CARLOS IZCO GOÑI de la Sagrada Familia.
Añorbe (Navarra – España)
26 de abril de 1919
Medellín (Colombia)
19 de abril de 2010
¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ALELUYA!
¡VERDADERAMENTE HA RESUCITADO! ¡ALELUYA!
El 19 de abril, a las 4:20 de la madrugada, se le detuvo ese corazón que era grande por su dulzura y capacidad de afecto y que se le había vuelto aún más grande debido a la edad y a las dolencias cardiacas. Ese día y a esa hora, se nos marchó al “inmortal seguro” nuestro queridísimo P. CARLOS IZCO GOÑI de la Sagrada Familia.
El P. Carlos vivió una larga y bella vida. Nació en una pequeña población de Navarra a la que siempre quiso e ingresó a la Orden siendo muy jovencito. La guerra civil española hirió sus primeros años de vida religiosa, teniendo que prestar por fuerza servicios como militar. Terminada la guerra se ordenó sacerdote y empezó un largo camino de entrega a los niños. La obediencia lo envió a Colombia en 1951. Trabajó en un primer momento en el Calasanz de Bogotá y luego, durante muchos años, en el Seminario del barrio El Paraíso. Allí estuvo al lado de otros dos padres que marcaron la historia de nuestra Provincia: los padres Salvador López y Jesús Fernández. El P. Salvador solía recordar de los primeros años, que mientras él se empeñaba en escribir un opúsculo sobre el Santo Padre para los formandos, el P. Carlos se los llevaba a acampar a la montaña o les enseñaba a jugar béisbol. Él, el P. Salvador, tecleaba en su máquina de escribir, mientras desde fuera llegaba el resonar del vozarrón del P. Carlos que gritaba “a home…”, para que los chicos corrieran después de haber bateado acertadamente la pelota.
En 1970 fue enviado al colegio al que terminaría uniéndose íntimamente: Calasanz Medellín. Fue Rector del colegio el año 1971 y prefecto de una sección de Bachillerato durante varios años. En los años 80 estuvo en Bogotá y Pereira y, a comienzos de los 90, volvió definitivamente a Medellín donde permaneció hasta su muerte. Como ya era muy mayor, dejó de dar clases y de prestar servicios como prefecto, y se dedicó a animar la liturgia de la Parroquia con sus cantos y a hablar personalmente con los niños de la Primaria, a los que atendió hasta que su precaria salud ya no se lo permitió más.
Por el cariño tierno que tenía por su familia, hermanos y sobrinos, hizo varios intentos de quedarse en España; pero el amor a Colombia terminó trayéndolo de vuelta en una y otra oportunidad. Hace unos pocos años fue de vacaciones a España por última vez. Con la ayuda del P. Valentín Benavente, quien lo acompañó durante todo el viaje, y la colaboración de la aerolínea Avianca, el P. Carlos, a pesar de sus problemas respiratorios, logró ver una vez más a sus seres queridos. Sin embargo, pasados los días de vacaciones, tomó una vez más la decisión de regresar a Colombia, a su Medellín del alma, donde eligió vivir hasta el final y morir.
Su salud se fue deteriorando progresivamente. Las dificultades respiratorias que lo volvieron dependiente de la máquina de oxígeno, el agrandamiento del corazón y la fragilidad de éste y algunas infecciones, lo fueron apagando poco a poco. Las enfermeras de nuestra casa lo cuidaron con mimo, delicadeza y entrega. Los padres de la comunidad local le hacían sentir su afecto, ya fuera despejándole dudas teológicas o haciéndole alguna broma sobre el Osasuna, su equipo predilecto. Y hasta de vez en cuando lo visitaban algunos niños del colegio que iban a su habitación para pedirle la bendición.
Desde hacía algunas semanas estaba recluido en la Clínica Cardiovascular Santa María, pues una agresiva infección lo estaba afectando gravemente. La infección fue controlada, pero la edad, el corazón tan frágil y las dificultades respiratorias, le fueron ahogando la vida hasta el momento final. A las 4:20 de la madrugada del 19 de abril, cuando faltaban pocos días para que cumpliera 91 años, el P. Carlos, nuestro amado abuelo, hombre dulce, humilde y alegre como pocos, se durmió en los brazos del P. Julián González, nuestro hermanito más joven. Allí, en una habitación de una clínica de Medellín, Dios escribió una hermosa metáfora de una fe transmitida del mayor al menor, de una vocación entregada como un tesoro a una nueva generación, de un testimonio de fidelidad que un hombre que lo dio todo por la Escuela Pía, confiaba a los jóvenes que han de mantener vivo el carisma de Calasanz.
El lunes 19 de abril a las 5:00 PM se realizaron las exequias de cuerpo presente, presididas por el P. Provincial, acompañado por los padres de la Comunidad de Medellín y por religiosos venidos de todas las demás comunidades del país. El martes 20 a la misma hora, en nuestra Parroquia de San José de Calasanz, se tiene la misa con las cenizas, las cuales han de ser depositadas en nuestra cripta.