Yurley Garay Vanegas, merecedora de la beca «Escuela de Verano para Jóvenes 2016» de la Universidad de los Andes, nos cuenta su experiencia durante las cuatro semanas que asistió a la prestigiosa institución de educación superior.
El día que Sandra me citó a la rectoría para contarme acerca de la beca “Escuela de Verano para Jóvenes 2016” de la universidad de Los Andes, no puedo negar que sentí una emoción inmensa; sin embargoal momento de decidir sentí temor e incertidumbre. Hoy, después de haber vivido aquella experiencia, puedo darme cuenta de que aquella decisión fue la mejor que pude tomar, ya que no solo me permitió tener una visión más amplia del mundo, de las profesiones y de la vida universitaria, sino que también me ayudó a crecer personal y espiritualmente.
La beca de la Escuela de Verano ofrecía inicialmente el 100% del valor del curso junto a transporte y acomodación, sin embargo, cinco días antes de que el curso comenzara, la universidad le dijo a mi mamá que, por motivos de seguridad, prefería quitar estos dos últimos beneficios con el objetivo de que los becados se hospedasen con algún familiar que pudiera hacerse cargo de ellos. A pesar de este ligero cambio de planes, decidí seguir adelante con el curso.
El 20 de junio fue la inauguración. Ese día me presenté en la universidad junto con mi tía; algo que me parecía muy extraño era que la universidad no se había comunicado conmigo para darme información alguna de horarios y demás detalles del curso, sin embargo, al llegar a la universidad lo entendí todo. Aquel día estaba planeado para que los estudiantes se registraran, tomaran sus materiales y conocieran finalmente todo el campus universitario; para mi sorpresa mi nombre no figuraba entre la lista de inscritos y tuve que esperar hasta después de la charla de introducción para que un funcionario me solucionara el problema. Afortunadamente no hubo complicaciones para solucionar esta situación, rápidamente pude elegir uno de los módulos (Ingenierías junto con Ciencias y Medicina) y recibir el material que necesitaba.
Durante el recorrido de la universidad, y en general durante toda la duración del curso, conocí todas las instalaciones, laboratorios, equipos y demás insumos de la U, por lo que puedo dar testimonio de la excelente calidad de éstos y de la enorme capacidad tecnológica con la que cuenta la Universidad. Uno de los sitios que captó más mi atención el primer día fue el centro deportivo, que no solo cuenta con su propio gimnasio sino también con su propia piscina olímpica, cancha de fútbol y voleibol y una amplia variedad de deportes y actividades a los que los estudiantes uniandinos pueden acceder usando simplemente su carné (con este carné ingresan a todo, incluso lo necesitan para poder ingresar todos los días a la universidad).
El curso tuvo una duración de 4 semanas; las clases eran de lunes a viernes desde las 8:00 am hasta las 11:30 am, excepto los días martes y jueves en los que la jornada iba hasta la 1:00 pm, debido al Taller de Reflexión para la elección Profesional. Diariamente veíamos dos clases relacionadas con los módulos que habíamos elegido (cada uno de una duración de hora y media) y, de igual forma, teníamos un descanso de 30 minutos para tomar un refrigerio (el cual nos lo daba la universidad).
Las expectativas que tenía acerca de las clases —para mi alegría— no se cumplieron. Inicialmente creía que iban a ser teóricas y monótonas, similares a una charla. Sin embargo el enfoque que el curso brinda es más práctico que teórico pues, como nos explicaron el primer día, el objetivo de ellos es que conozcamos realmente cómo son las carreras, de manera que podamos tomar la mejor decisión.
A la primera hora de clase veíamos siempre alguna ingeniería (que por cierto son muchas), tales como: mecánica, biomédica, química, electrónica, civil, ambiental, de sistemas, industrial e ingenierías a nivel general. Por ejemplo, en ingeniería mecánica nos mostraron y explicaron cómo funcionaban una hidroeléctrica, una termoeléctrica y una turbina eólica, además de la importancia y utilidad que están adquiriendo las fuentes de energía renovables. En ingeniería biomédica nos mostraron el laboratorio; allí tuve la oportunidad de ver por primera vez una impresora 3D junto con algunos diseños; en ingeniería química conocí sus diversas aplicaciones y el enorme peso que tiene en la sociedad, pues está presente desde la gelatina que consumimos hasta el maquillaje o crema que empleamos y los diferentes productos plásticos que utilizamos; en ingeniería ambiental aprendí cuál es el proceso que se realiza para purificar el agua; en ingeniería civil conocí el laboratorio, que más que un laboratorio parece un sitio de construcción pues cuentan con un espacio para realizar pruebas de este tipo; en electrónica conocimos el laboratorio más limpio del mundo, literalmente, pues allí no puede existir una sola partícula de polvo ya que emplean nanotecnología; en ingeniería industrial aprendí que en la vida hay que tomar riesgos, pues a pesar de que exista mayor probabilidad de perder al elegir la opción más riesgosa, también existe mayor probabilidad de ganar y eso lo pude comprobar cuando nuestro profesor nos hizo jugar a la ruleta (típica de los casinos) en la que cada uno de nosotros apostó $2000 y él apostó $20000, para que de esta forma el equipo ganador (que afortunadamente fue el mío) se ganara un monto de $50000; y por último, la ingeniería de sistemas, que a decir verdad me dejó bastante sorprendida, o ¿ustedes sabían que se puede hacer malabares con matemáticas? Todo eso y más vimos respecto a ingenierías, y de todo eso aprendí prácticamente dos cosas: en primer lugar, que todos somos ingenieros y en segundo lugar, que el éxito se basa en saber trabajar en equipo (todas las ingenierías, por ejemplo, se integran entre sí).
Por su parte en Ciencias, aunque algunas clases no fueron muy interesantes para mi gusto (Física y Matemáticas), ya que eran más teóricas, otras fueron bastante atractivas. En química forense tuvimos que investigar un “asesinato”, recolectar las respectivas pruebas de la escena del crimen y analizarlas para dar con el culpable. En Microbiología (una de mis favoritas, por cierto) aprendimos a hacer pan y yogurt aplicando conceptos de fermentación, además vimos la efectividad de ciertos antibióticos con bacterias como la Escherichia Coli.
Finalmente, en la última semana, nos mostraron todo lo relacionado con Medicina, que era lo que yo más quería. En Medicina vimos un poco de anatomía: conocimos el laboratorio, nos mostraron varias radiografías de casos extraordinarios (personas que habían introducido tijeras, cepillos de dientes e incluso botellas de vidrio en su cuerpo) y además hicimos un experimento que consitió en inflar los pulmones de un cabrito para poder visualizar lo más cercano, anatómicamente, a los nuestros. Pero, sin lugar a dudas, lo más emocionante fue la visita a la Fundación Santa Fé, Centro Médico de la Universidad, en donde pude ver diferentes casos de pacientes y conocer las instalaciones junto a los muñecos que los estudiantes de Medicina emplean para realizar sus prácticas antes de ejercer con personas reales.
En resumen, la experiencia es maravillosa. Así que si en verdad quieren tener un primer acercamiento a la vida universitaria (pues para vivir esta experiencia se necesita ser independiente, responsable y tener la suficiente madurez para afrontar todos los problemas que se puedan presentar; por ejemplo tomar transmilenio, madrugar para llegar a tiempo, administrar fondos, cocinar la comida, etc.) les invito a que vivan esta experiencia uniandina.
Yurley Garay Vanegas
Estudiante de grado undécimo